Lectura y Explicación del Capítulo 78 de Salmos:
1 Escucha, pueblo mío, mi Ley; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca.
2 Abriré mi boca en proverbios; hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos,
3 las cuales hemos oído y entendido, las que nuestros padres nos contaron.
9 Los hijos de Efraín, arqueros muy diestros, volvieron las espaldas en el día de la batalla.
10 No guardaron el pacto de Dios ni quisieron andar en su Ley;
11 al contrario, se olvidaron de sus obras y de sus maravillas que les había mostrado.
12 Delante de sus padres hizo maravillas en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán.
13 Dividió el mar y los hizo pasar. Detuvo las aguas como en un montón.
14 Los guió de día con nube y toda la noche con resplandor de fuego.
15 Hendió las peñas en el desierto y les dio a beber como de grandes abismos,
16 pues sacó de la peña corrientes e hizo descender aguas como ríos.
17 Pero aun así, volvieron a pecar contra él, rebelándose contra el Altísimo en el desierto,
18 pues tentaron a Dios en su corazón, pidiendo comida a su gusto.
19 Y hablaron contra Dios, diciendo: «¿Podrá poner mesa en el desierto?
21 Y lo oyó Jehová y se indignó; se encendió el fuego contra Jacob y el furor subió contra Israel,
22 por cuanto no le habían creído ni habían confiado en su salvación.
23 Sin embargo, mandó a las nubes de arriba, abrió las puertas de los cielos
24 e hizo llover sobre ellos maná para que comieran, y les dio trigo de los cielos.
25 Pan de nobles comió el hombre; les envió comida hasta saciarlos.
26 Movió el viento solano en el cielo, y trajo con su poder al viento del sur,
27 e hizo llover sobre ellos carne como polvo, como la arena del mar, aves que vuelan.
28 Las hizo caer en medio del campamento, alrededor de sus tiendas.
29 Comieron y se saciaron; les cumplió, pues, su deseo.
30 No habían saciado aún su apetito, aún estaba la comida en su boca,
32 Con todo esto, volvieron a pecar y no dieron crédito a sus maravillas.
33 Por tanto, hizo acabar sus días como un soplo y sus años en tribulación.
34 Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios; entonces se volvían solícitos en busca suya,
35 y se acordaban de que Dios era su refugio, que el Dios altísimo era su redentor.
36 Pero lo halagaban con su boca, y con su lengua le mentían,
37 pues sus corazones no eran rectos con él ni permanecieron firmes en su pacto.
39 Se acordó de que eran carne, soplo que va y no vuelve.
40 ¡Cuántas veces se rebelaron contra él en el desierto, y lo enojaron en el yermo!
41 Y volvían, y tentaban a Dios, y provocaban al Santo de Israel.
42 No se acordaban de su mano, del día que los redimió de la angustia;
43 cuando manifestó en Egipto sus señales y sus maravillas en el campo de Zoán.
44 Y volvió sus ríos en sangre, y sus corrientes, para que no bebieran.
45 Envió entre ellos enjambres de moscas que los devoraban y ranas que los destruían.
46 Dio también a la oruga sus frutos y sus labores a la langosta.
47 Sus viñas destruyó con granizo y sus higuerales con escarcha.
48 Entregó al granizo sus bestias y sus ganados a los rayos.
51 Hizo morir a todo primogénito en Egipto, las primicias de su fuerza en las tiendas de Cam.
52 Hizo salir a su pueblo como a ovejas y los llevó por el desierto como a un rebaño.
53 Los guió con seguridad, de modo que no tuvieran temor; y el mar cubrió a sus enemigos.
54 Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó con su mano derecha.
56 Pero ellos tentaron y enojaron al Dios altísimo y no guardaron sus testimonios;
57 más bien, le dieron la espalda, rebelándose como sus padres; se torcieron como arco engañoso.
58 Lo enojaron con sus lugares altos y lo provocaron a celo con sus imágenes de talla.
59 Lo oyó Dios y se enojó, y en gran manera aborreció a Israel.
60 Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres.
61 Entregó a cautiverio su poderío; su gloria, en manos del enemigo.
62 Entregó también su pueblo a la espada y se irritó contra su heredad.
63 El fuego devoró a sus jóvenes y sus vírgenes no fueron loadas en cantos nupciales.
64 Sus sacerdotes cayeron a espada y sus viudas no hicieron lamentación.
65 Entonces despertó el Señor como quien duerme, como un valiente que grita excitado por el vino,
66 e hirió a sus enemigos por detrás; les dio perpetua afrenta.
67 Desechó la casa de José y no escogió la tribu de Efraín,
68 sino que escogió la tribu de Judá, el monte Sión, al cual amó.
69 Edificó su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre.
70 Eligió a David su siervo y lo tomó de los rebaños de ovejas;
71 de detrás de las paridas lo trajo, para que apacentara a Jacob su pueblo, a Israel su heredad.
72 Y los apacentó conforme a la integridad de su corazón; los pastoreó con la pericia de sus manos.