La palabra «advenedizo» siempre ha evocado una noción de extranjería o de recién llegado, y aunque este término no aparece explícitamente en las traducciones más comunes de la Biblia, el concepto se entreteje a lo largo de sus narrativas y enseñanzas. Los relatos bíblicos con frecuencia tocan la idea de lo que significa ser un forastero o un recién llegado en una nueva tierra o comunidad.
El Forastero en las Escrituras
En la Biblia, particularmente en el Antiguo Testamento, encontramos múltiples referencias a forasteros y a la importancia de tratarlos con amabilidad y justicia. El Levítico 19:34 destaca: «Como a uno de vosotros consideraréis al extranjero que mora con vosotros, y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto: Yo Jehová, vuestro Dios.» Aquí, vemos como la noción de advenedizo se intersecta con los mandamientos de amor y compasión hacia el prójimo.
Personajes Bíblicos como Advenedizos
Numerosos personajes bíblicos fueron literalmente advenedizos en tierras ajenas. Abraham, por ejemplo, dejó su tierra natal para ir a la tierra que Dios le mostrara (Génesis 12:1). José, vendido como esclavo, se convirtió en un advenedizo en Egipto, y más tarde, su familia siguió ese camino durante la hambruna. Estas historias subrayan que la fe a menudo requiere aceptar el rol de advenedizo, confiando en que Dios proveerá y guiará.
El Concepto de Adopción Espiritual
El Nuevo Testamento abre un nuevo capítulo sobre ser advenedizo con la noción de adopción espiritual. Los creyentes son incorporados en una nueva familia, la familia de Dios, a través de Jesucristo. Efesios 2:19 dice: «Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y de la familia de Dios». Esta adopción trasciende las diferencias culturales y étnicas, redefiniendo el concepto de pertenencia y comunidad.
Viviendo como Advenedizos Fieles
Pedro en su primera carta se refiere a los creyentes como «extranjeros y peregrinos» (1 Pedro 2:11), indicando que el seguimiento de Cristo implica vivir como advenedizos en este mundo, teniendo una conducta ejemplar ante los ojos de los demás. Ser un advenedizo, pues, no es solo una condición física sino también espiritual; el creyente se encuentra en constante peregrinaje hacia la promesa del reino eterno.
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Mientras que el término «advenedizo» puede no encontrarse textualmente en las páginas de la Sagrada Escritura, su esencia está profundamente arraigada en la experiencia bíblica. Es un recordatorio de que, independientemente de nuestra posición o historia, podemos ser recibidos en una nueva comunidad y, lo que es más importante, en la familia de Dios. Además, nos anima a acoger a otros con ese mismo espíritu de amor y aceptación que define la fe cristiana. Que esta reflexión sobre la vida del advenedizo nos inspire a mirar con ojos de compasión y empatía hacia aquellos que consideramos extranjeros, recordando nuestra propia condición de peregrinos en este mundo.