En la búsqueda de la santidad y el acercamiento a lo divino, a menudo los fieles se preguntan cómo actuar correctamente ante la mirada de Dios. ¿Es suficiente preocuparse por quedar bien únicamente con Él?
El Corazón de la Religión: Más Allá del Cumplimiento
La fe cristiana nos enseña que la relación con Dios trasciende la mera observancia de leyes y preceptos. En Mateo 22:37-40, Jesús resume la ley en dos mandamientos fundamentales: amar a Dios y amar al prójimo. A partir de esta enseñanza, se entiende que el amor y el servicio desinteresado deben ser la base de nuestra conducta religiosa.
La Virtud de la Autenticidad
Procurar quedar bien solo con Dios puede llevar a una fe superficial, centrada en apariencias más que en el compromiso verdadero. Santiago 2:26 nos recuerda que «la fe sin obras está muerta». La autenticidad en nuestra fe implica una vida de testimonio congruente tanto en la intimidad de nuestra relación con Dios como en nuestras acciones cotidianas.
Vivir la Fe en Comunidad
El cristianismo es eminentemente comunitario. Hechos de los Apóstoles destaca cómo los primeros cristianos vivían en comunidad, compartiendo sus bienes y preocupándose los unos por los otros. La fe se vive y se fortalece en comunidad, por lo que no se puede desligar del trato amoroso y justo hacia nuestros hermanos.
El Testimonio como Reflejo de Fe
En Mateo 5:16, Jesús insta a sus seguidores a dejar brillar su luz delante de los hombres, de manera que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre celestial. La coherencia entre nuestra fe y nuestras acciones se convierte en un testimonio poderoso. Nuestra luz brilla ante los ojos de Dios y ante los hombres cuando vivimos íntegramente nuestra fe.
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En conclusión, procurar quedar bien con Dios es una aspiración noble, pero debe ir acompañada de una vida que refleje genuinamente el amor divino. Al actuar con integridad y amor, no solo honramos a Dios sino que nos convertimos en faros de esperanza y fe en el mundo.