Explicación de Amós 7:13

Hablar de Bet-el no es hablar de un lugar cualquiera en el territorio de Israel, ya que según las escrituras, su importancia es tal que se le menciona más de 70 veces. Se considera que este lugar fue fundado por Jacob y que allí tuvo una visión de Dios al prometerle que su descendencia prosperaría en aquella tierra. Sin embargo, a lo largo de la historia, Bet-el se convirtió en un sitio de adoración pagana y fue precisamente en este contexto que se produjo la conversación que nos presenta el versículo de hoy.

En este pasaje, Dios le ordena al profeta Amós que no profetice más en Bet-el. La razón que se da es que esta ciudad era la capital del reino de Israel y santuario del rey. En lugar de buscar a Dios, la gente se había apartado de sus mandamientos y se había entregado a la idolatría. Habían desviado su mirada de lo que realmente importaba y habían hecho de un lugar sagrado, un templo de profanación.

Pareciera que esta situación no es muy distante de lo que sucede en nuestra sociedad actual. En ocasiones, nos aferramos a cosas o lugares que parecieran ser sagrados, pero en realidad no tienen ninguna relación con Dios. Inclusive, podemos transformar en santuario del rey y capital del reino a nuestros trabajos, relaciones interpersonales, lujos y demás bienes materiales, haciéndolos lo que ocupan nuestra mente y nuestro corazón en lugar de Dios.

A veces, inconscientemente, perpetuamos en nuestras vidas la misma actitud que los habitantes de Bet-el. Llenamos nuestras vidas de cosas innecesarias, dándoles más valor del que tienen, cuando lo que realmente nos importa es nuestro crecimiento espiritual y la relación cercana y profunda con nuestro Creador.

El mensaje que nos presenta Amós 7:13 es claro: volvamos nuestra mirada hacia Dios y dejemos atrás todo aquello que nos aparta de Él. Así, podemos tener la seguridad de que Dios cuidará de nosotros y nos guiará en todo momento.

Como resultado de haber leído este pasaje, es importante detenernos a reflexionar sobre nuestras prioridades y de qué manera estas pueden estar afectando nuestra relación con Dios. Debemos hacer un alto en el camino y empezar a priorizar aquello que realmente importa y no dejarnos llevar por lo que el mundo espera de nosotros.

Es momento de volver a poner a Dios en el centro de nuestras vidas. No dejemos que las cosas secundarias nos alejen de lo realmente importante y cuidemos nuestra relación con Él, porque solo así podremos edificar nuestra vida sobre una roca sólida y duradera que nos guiará en el camino de la verdad y la vida eterna.