En el curso de la vida, muchas personas se preguntan si el Ser Supremo, aquel que ha creado los cielos y la tierra, podría necesitar algo de sus criaturas. Esta pregunta ha resurgido a través de las generaciones, dejándonos contemplar la naturaleza y la magnitud de nuestra relación con Dios.
La Soberanía de Dios
La Biblia declara con contundencia la soberanía de Dios. En el libro de Job 41:11, el Creador mismo plantea: «¿Quién me ha dado algo primero, para que tenga yo que compensárselo? Todo lo que hay bajo el cielo es mío». Esta poderosa afirmación nos lleva a entender que Dios, en su majestad y omnipotencia, no depende de sus creaciones para su existencia o felicidad. En su infinita plenitud, no hay nada que nosotros, como seres humanos, podamos ofrecerle que Él ya no posea o requiera.
El Amor de Dios y el Libre Albedrío
Una de las grandes enseñanzas de la Escritura es el amor incondicional de Dios hacia nosotros. Juan 3:16 nos dice «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna». Este pasaje nos revela que lo que Dios anhela de nosotros es una relación basada en el amor y la fe voluntaria, no por la necesidad o la coerción. Nuestro libre albedrío es el que nos permite elegir seguirle y amarle, lo cual, aunque no lo necesite, ciertamente agrada su corazón.
La Obediencia y el Servicio
Si bien es cierto que Dios no necesita nada de nosotros, hay pasajes bíblicos que nos hablan de la importancia de la obediencia y el servicio. En Mateo 22:37-39, Jesús resume la Ley en dos mandamientos esenciales: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos. En este sentido, nuestra obediencia es una respuesta de amor y gratitud por lo que Él ha hecho por nosotros y no una transacción o una obligación que llena una necesidad divina.
La Fe y el Compromiso Personal
La fe auténtica implica un compromiso personal con Dios que se refleje en nuestras acciones. Santiago 2:17 nos enseña que «así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma». Convivir con Dios y caminar en su presencia implica que nuestras vidas demuestren la transformación que su Espíritu opera en nosotros, mostrando su amor y su verdad al mundo. Es un caminar diario que fortalece nuestra relación con Él y manifiesta su reino aquí en la tierra.
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Al reflexionar sobre la provisión, la gracia y el amor inagotable de Dios, queda claro que no hay nada que necesite de nosotros. Sin embargo, nos invita a participar en su obra, a coser lazos de fe y a colaborar en la expansión de su reino. Si bien Dios no necesita nada de nosotros, lo que elegimos darle voluntariamente – nuestro amor, obediencia y servicio – tiene un valor incalculable en sus ojos.
Esperamos que este recorrido bíblico haya enriquecido su comprensión sobre la magnífica relación que podemos tener con nuestro Creador. Que la paz y la sabiduría de Dios acompañen su reflexión y su caminar. Amén.