En muchas ocasiones, nos podemos preguntar si nuestras peticiones a Dios son demasiado grandes o si debemos mantener nuestros deseos en una escala más modesta. La Biblia ofrece perspectivas alentadoras sobre la magnitud de las peticiones que presentamos ante Dios.
La Naturaleza de Dios como Proveedor
En Filipenses 4:19, encontramos una promesa poderosa: «Dios suplirá todas vuestras necesidades según sus riquezas en gloria en Cristo Jesús«. Este versículo revela que la capacidad de Dios para proveer no tiene límites y que Su generosidad no se restringe a nuestras limitaciones humanas. Dios, en su esencia, es un padre amoroso que se deleita en bendecir a sus hijos.
La Fe en la Oración
Hebreos 11:1 define la fe como «la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve«. Al orar por peticiones grandes, estamos ejercitando nuestra fe. Jesús mismo dice en Mateo 21:22, «y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis«. La fe no establece límites a nuestras peticiones; más bien, nos anima a creer que para Dios todo es posible.
La Voluntad de Dios en Nuestras Peticiones
Mientras es cierto que Dios puede hacer todas las cosas, también es verdad que nuestras oraciones deben alinearse con su voluntad divina. En 1 Juan 5:14 se afirma: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye«. Al pedir cosas grandes, deberíamos buscar también el discernimiento para entender si estas peticiones están en armonía con el plan de Dios para nuestras vidas.
Actitud del Corazón al Pedir
En Santiago 4:3 se nos advierte respecto a las motivaciones tras nuestras peticiones: «Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites«. Lo que nuestro corazón alberga al pedir algo impacta la respuesta a nuestra oración. Por tanto, deberíamos examinar si nuestras grandes peticiones surgen de deseos egoístas o de un anhelo genuino de ver la gloria de Dios manifestada en nuestras vidas.
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En la relación diaria con Dios, la comunicación mediante la oración es esencial. Pedir grandes cosas no es malo en sí mismo, depende de la actitud de nuestro corazón y si nuestras peticiones están alineadas con la voluntad de Dios. Recordemos que Él es un padre amoroso que conoce nuestras necesidades y deseos antes incluso de que hagamos la petición. Nuestro acercamiento a Él debe estar lleno de fe, humildad y un deseo sincero de que Su voluntad prevalezca en nuestras vidas.