En la esencia del cristianismo, se encuentra el misterio de la Eucaristía, centro y pico de la práctica de la fe. En la cena del Señor, los fieles son invitados a participar no solo en una tradición, sino en una comunión profunda con Jesucristo.
La Eucaristía: Encuentro con el Cuerpo de Cristo
Dentro de la Biblia, en el Evangelio según San Mateo 26:26-28, encontramos las palabras de Jesús durante la Última Cena: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo«. Aquí se instituye el sacramento cristiano que ha sido centro de la fe católica y ortodoxa, y significativo en muchas otras denominaciones cristianas. El acto de ‘comer la carne de Jesús’ se refiere a la recepción del pan consagrado, el cual por la transubstanciación pasa a ser su cuerpo.
La Transubstanciación: Misterio de Fe
El término ‘transubstanciación’ describe la transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Jesús. La fe católica sostiene que, aunque los accidentes (el sabor, la textura, etc.) de pan y vino permanecen, su esencia espiritual se convierte realmente en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Este es un punto central de la fe que invita a los creyentes a una íntima y profunda comunión con Jesús, reafirmando la presencia de Cristo en medio de su pueblo.
La Comunión: Acto de Fe y Devoción
Participar en la comunión no es simplemente un acto ritual; es un gesto de fe y un profundizar en la relación personal con Jesucristo. Cada vez que un cristiano recibe el cuerpo de Cristo, se renueva su pertenencia a la iglesia, la comunidad de creyentes y se afirma su deseo de seguir los pasos de Jesús. Al recibir la Eucaristía, los cristianos son alimentados espiritualmente y fortalecidos en su caminar de fe.
Vivir la Eucaristía en la Vida Diaria
La comunión Eucarística trasciende el momento de recibir el pan consagrado. Se extiende a cómo los cristianos están llamados a vivir su fe a diario. Se espera que, nutridos por el Cuerpo de Cristo, los fieles sean el cuerpo de Cristo en el mundo, viviendo y compartiendo su amor y compasión. La verdadera comunión implica también un compromiso con la justicia social, el servicio a los demás y la solidaridad con los marginados y oprimidos.
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Mientras que el sacramento de la Eucaristía es el corazón de este encuentro sagrado, es el amor y el compromiso que emanan de este acto lo que define la vida de un cristiano. Así, ‘comer la carne de Jesús’ se convierte en un camino para transformar al mundo, uno que empieza en el altar y se despliega en cada aspecto de la vida humana.