¿Cómo puedo saber si mi ofrenda es agradable a Dios?

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En nuestra jornada de fe, muchas veces nos preguntamos cómo podemos vivir de manera que agrade a nuestro Creador. Uno de los aspectos fundamentales de esta búsqueda es la ofrenda que presentamos ante Dios. A lo largo de las Escrituras, encontramos ejemplos y principios que pueden orientarnos en nuestras ofrendas, ya sean financieras, de tiempo, o de talentos.

El Corazón de la Ofrenda

Primero, es esencial comprender que lo que Dios valora más es la disposición de nuestro corazón. En el libro de 2 Corintios 9:7, aprendemos que Dios ama al dador alegre y que no debemos dar por obligación o con resentimiento. Por tanto, una ofrenda agradable a Dios nace de un corazón genuinamente dispuesto a dar y compartir lo que se tiene con generosidad y alegría.

La Ofrenda Debe Ser Primicias

En la tradición bíblica, las primicias son aquellas ofrendas que se dan como lo primero y lo mejor. Proverbios 3:9 nos enseña a honrar a Dios con nuestras riquezas y con las primicias de todos nuestros frutos. Esto significa que sea cual sea la ofrenda que decidamos presentar a Dios, debemos asegurarnos de que represente nuestra gratitud y reconocimiento primeros, no algo que damos de lo que sobra o carece de valor para nosotros.

La Ofrenda Debe Ser Proporcional

Una ofrenda proporcional es aquella que se da según la capacidad de cada uno. En la narrativa de la viuda pobre, que encontramos en Lucas 21:1-4, Jesús destaca que la ofrenda de la viuda, aunque pequeña, fue inmensamente valiosa porque dio cuanto tenía para vivir. Lo que cuenta no es la magnitud de la ofrenda sino la medida de sacrificio y amor que simboliza.

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La Ofrenda y la Justicia

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Las ofrendas que presentamos deben ir de la mano con la justicia y el amor al prójimo. En Miqueas 6:8 se dice que se espera que el hombre haga justicia, ame la misericordia y ande humilde con su Dios. Por lo tanto, nuestras ofrendas deben ser congruentes con una vida que busca la justicia, practica el amor y refleja humildad.

Esperamos que al presentar nuestras ofrendas, tanto en la congregación como en nuestras acciones diarias, podamos hacerlo con un corazón limpio y puro que refleje el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros. Al dar, busquemos siempre que nuestra ofrenda sea un reflejo de un espíritu dispuesto a glorificar a Dios y bendecir a los demás. Con este enfoque, podemos confiar en que nuestras ofrendas son bien recibidas en el altar del Altísimo. Que nuestras vidas sean una ofrenda continua que agrade al Señor cada día.

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