Todos los seres humanos, en algún momento de sus vidas, experimentarán las enfermedades. Prueba que para algunos es bastante dolorosa cuando no se tiene la fortaleza y la fe necesaria. Sin embargo, cuando vemos a muchos que han logrado obtener la salud, entendemos que es preciso buscar el mejor remedio.
No temas a la enfermedad, apóyate siempre en Dios. Está comprobado, por la experiencia de los que pudieron encontrar la salud, que la mente comanda nuestro cuerpo. Por lo tanto, es útil que alimentemos nuestra mente con ideas positivas y optimista. ¡Y que mejores ideas que las que nos da Dios! En estos versículos sobre enfermedad que te compartimos, verás cómo tu fe puede sanarte.
Mejores Versículos de la Biblia sobre Enfermedad:
Proverbios 17:22
“Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos”. (Proverbios 17:22)
Ante cualquier adversidad, permanecer alegres y optimistas siempre será un gran beneficio. Si ya comprendemos que nuestro cuerpo en algún momento podrá enfermar, no hay razón para perder el ánimo. El desánimo reduce la energía y debilita. En cambio, la alegría en el corazón vitaliza nuestras células, y la salud retornará más rápidamente.
Éxodo 23:25
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“Al Eterno tu Dios servirás, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti”. (Éxodo 23:25)
Cuando la enfermedad nos visita, es necesario comprender que trae un mensaje de alerta. ¿Cómo está nuestra relación con Dios? Él quiere que encontremos la salud y nos ayuda a liberarnos de ella. En su promesa de amor siempre nos dice cuanto desea que todos permanezcamos sanos y optimistas.
Mateo 15:28
“Entonces Jesús respondió: Mujer, grande es tu fe. Sea hecho como quieres. Y su hija quedó sana desde esa hora”. (Mateo 15:28)
La fe es un gran remedio ante las luchas que enfrentaremos cuando nuestro cuerpo enferma. Pero esa fe debe ser inquebrantable, guardando la certeza de que Dios nos escucha y ayuda siempre.
Mateo 20:32-34
“Entonces Jesús se detuvo, los llamó, y les preguntó: ¿Qué quieres que os haga? Ellos dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús se compadeció de ellos, tocó sus ojos, y al instante recibieron la vista. Y lo siguieron”. (Mateo 20:32-34)
Hay una frase popular que dice: “querer es poder”. Eso es realmente lo que Jesús nos enseña en este versículo del Evangelio de Mateo. ¿En verdad procuramos la salud, queremos ser sanados? El “querer” genera un “poder” interior que hace posible la curación. Es desde lo más profundo de nuestro ser donde se inicia la renovación para la curación.
Mateo 14:14
“Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos”. (Mateo 14:14)
No hay discriminación para nuestro Señor, todos podemos pedirle para ser sanados. Él se compadece de nuestros dolores. Debemos ser fuertes y enfrentarlos como pruebas necesarias para evolucionar hacia una condición mejor.
3 Juan 1:2
“Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente”. (3 Juan 1:2)
No sólo pidamos al Padre por nuestra salud, al igual que Juan oremos por todos los enfermos. El Señor se sentirá complacido al ver que nos apoyamos en la salud y en la enfermedad. Las oraciones de muchos son como una inyección de un antibiótico que alcanza rápidamente el lugar de la herida.
Mateo 10:8
“Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente”. (Mateo 10:8)
Una vez más el Señor nos recuerda la capacidad que tenemos para ayudar a nuestro prójimo buscando nuestro propio bienestar. La experiencia de haber vencido tu propia enfermedad es un gran aliciente para otros enfermos. Comparte tu sabiduría con amor.
Lucas 10:9
“Sanad a los enfermos que haya en ella, y decidles: El reino de Dios ya está cerca de vosotros”. (Lucas 10:9)
Tener sano nuestro cuerpo es muy agradable, pero más importante es mantener sana el alma. Y es aprendiendo con Jesús, con sus lecciones, que obtendremos la salud moral y espiritual verdaderas.
Proverbios 4:20-22
“Hijo mío, está atento a mis Palabras, inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos, guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que la hallan, y medicina a toda su carne”. (Proverbios 4:20-22)
La palabra de nuestro Padre es alivio para los corazones. Su medicina es la paz que nos ofrece. Pero, es necesario escuchar para comprender, guardar sus enseñanzas en nuestros corazones. Conseguir sintonizar con su inefable amor en el ejercicio de la caridad constante.
Mateo 8:7-8
“Jesús respondió: Bien, iré y lo sanaré. Pero el centurión respondió: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Solo di la palabra, y mi asistente sanará”. (Mateo 8:7:8)
En el santuario de tu corazón, clama por el Señor, porque todos somos dignos de su amor que no tiene límites. Muchas personas piensan que por haber cometido un “pecado” Dios los condena al olvido. Pero no es así, él vino como médico para sanar a los enfermos, por eso estará siempre ayudándote hasta que te transformes y sanes. ¡Confía siempre en su asistencia!
Lucas 17:17-19
“Entonces Jesús preguntó: ¿No son diez los que fueron limpiados? Los otro nueve ¿dónde están? ¿No hubo quien volviera a dar gloria a Dios, sino este extranjero? Y le dijo: Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. (Lucas 17:17:19)
La gratitud fortifica el alma y trae salud a nuestro cuerpo. Nunca olvides de dar gracias por todo lo que el Señor hace por ti. Cuida tu cuerpo. No lo intoxiques con todo lo que ya sabes que puede enfermarlo. Nutre tus células con pensamientos y sentimientos de amor, de amistad, de bondad, de fraternidad.
Seamos siempre agradecido con la salud que nos da armonía y con la enfermedad que nos da lecciones. Bendice la enfermedad en tu cuerpo y Dios bendecirá la salud en tu espíritu.