La historia de la humanidad está profundamente entrelazada con la existencia de lo divino, y uno de los interrogantes más profundos que surgen de dicha relación es: ¿Para qué Dios creó la humanidad? Las Sagradas Escrituras no dejan este enigma sin respuesta y es allí donde encontramos luces que permiten dilucidar el propósito divino detrás de la creación del hombre.
La Imagen y Semejanza de Dios
En el libro de Génesis, se nos dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Esto significa que la humanidad fue concebida para reflejar atributos divinos como el amor, la sabiduría y la justicia. No es solo una cuestión de representar una figura estética, sino que hace alusión a la capacidad humana de replicar la bondad de Dios en sus actos y relaciones.
Un Compromiso con el Cuidado de la Creación
Dios no solo creó al ser humano para estar a su imagen, sino también para que tomara responsabilidad sobre la tierra. «Llenen la tierra y sométanla», estos comandos dados en el Génesis indican un propósito de mayordomía y cuidado. Se nos invita a ser los custodios del mundo natural, a trabajar y proteger el jardín en el cual fuimos colocados.
La Comunión y el Amor
La esencia de Dios es amor, y este sentimiento no es estático, sino que fluye y busca expresarse. La creación de la humanidad es un acto de amor divino, que busca extenderse a través de relaciones basadas en ese mismo amor. Dios no solo desea que amemos a nuestros semejantes, sino también que vivamos en comunión con Él, disfrutando de una relación íntima y personal.
Libre Albedrío y Elección
Un aspecto fascinante en la pregunta de por qué fuimos creados es el don del libre albedrío. A diferencia de los animales, que rigen su existencia por instintos, el ser humano tiene la capacidad de tomar decisiones morales y espirituales. Esta libertad refleja la posibilidad que tenemos de elegir el camino hacia un destino eterno junto a nuestro Creador o apartados de Él. La elección, en última instancia, también es parte del propósito divino, pues el amor verdadero no puede ser impuesto; debe ser libremente elegido.
La vida humana, entonces, está teñida de propósito y significado desde el acto mismo de la creación. Dios manifiesta Su deseo de relacionarse con nosotros, de amarnos y ser amado, de permitirnos ser partícipes de Su creación y de entregarnos la elección de buscarlo en nuestras vidas. Recordemos siempre estos pilares al reflexionar sobre nuestra existencia y el gran amor que nuestro Creador sostiene por cada uno de nosotros.