En las páginas sagradas de la Biblia, nos encontramos con una verdad fundamental e impresionante: Dios es eterno. La eternidad de Dios no solo fascina y desafía nuestra comprensión humana, sino que también ofrece un consuelo profundo a todos aquellos que buscan sentido en una existencia efímera.
La Naturaleza Infinita de Dios
Para empezar a comprender la eternidad de Dios, es esencial reconocer que Su naturaleza difiere radicalmente de la nuestra. Mientras que nuestras vidas están delimitadas por el tiempo, Dios trasciende el antes y el después, situándose fuera de las restricciones temporales. «Yo soy el Alfa y la Omega», afirma el Señor en el libro de Apocalipsis (22:13), declarando así Su existencia intemporal. En este sentido, la eternidad de Dios es una extensión de Su carácter infinito y perfecto. Él no cambia, no envejece, ni se desgasta como lo hacen las criaturas temporales.
El Testimonio Bíblico de la Eternidad Divina
Los escritos sagrados están repletos de referencias a la eternidad de Dios. En el Salmo 90:2, por ejemplo, se dice, «Desde el siglo hasta el siglo, tú eres Dios». Este versículo resalta que Dios no está confinado por las confines que delimitan la creación. Desde tiempos inmemoriales antes de la formación del mundo, hasta el horizonte sin fin de la eternidad futura, Dios es y será siempre el mismo. La Biblia resalta que la eternidad de Dios es una garantía de su soberanía y fidelidad constante a lo largo de todas las generaciones.
La Implicación de la Eternidad de Dios para la Humanidad
La eternidad de Dios no es simplemente un concepto abstracto; tiene profundas implicaciones para nuestras vidas. En primer lugar, nos ofrece una fuente de seguridad y esperanza. Saber que Dios permanece inalterable a través de los tiempos nos otorga tranquilidad frente a un mundo que constantemente está en cambio. Además, la promesa de vida eterna, que se encuentra en Juan 3:16, se basa en el carácter eterno de Dios, ya que solo un ser eterno podría ofrecer una vida sin fin.
Respondiendo a la Eternidad de Dios: Adoración y Confianza
Finalmente, la respuesta humana más adecuada frente a la eternidad de Dios es la adoración y la confianza total. Al reconocer que Dios es el principio y el fin de todo lo que existe, somos llamados a rendir nuestras preocupaciones temporales y confiar en Su providencia atemporal. La eternidad de Dios brinda un marco para vivir nuestras vidas bajo la perspectiva de que, si bien somos efímeros, estamos íntimamente conectados a Dios, el Eterno.
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Como viajeros del tiempo, la revelación de un Dios eterno nos desafía a alinear nuestras vidas con valores eternos y a encontrar nuestro lugar en la narrativa divina que se extiende más allá del tiempo y el espacio. En la majestuosa eternidad de Dios, descubrimos nuestra verdadera casa y destino final. Que cada uno de nosotros pueda acercarse con humildad y reverencia para contemplar, aunque sea un reflejo, la infinitud de un Dios sin principio y sin fin.